La voluntad debe educarse. Una forma es
levantar los papeles que veamos en el suelo o guardar cosas fuera de
lugar. Hacer algo que nos cueste, que normalmente no lo haríamos pero que tenga
un objetivo ùtil y simultaneamente sirva para educar la voluntad. Hacer algo
que nosotros esperamos que lo haga otra persona es mover la voluntad en
un sentido que nos cuesta. Y esto es educarnos. Esta actitud, que en cierto
modo va contra una situación estática de la que no quisiéramos salir, es subir
un escalón positivo en nuestra personalidad.
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